En el reparto de tierras hecho por Juan de Garay en 1583 una de esas adjudicaciones fue recibida por el vecino fundador y primer alcalde. Rodrigo Ortiz de Zarate que en la zona levantó una chacra llamada “Los ombúes”, como la mayoría de los tradicionales barrios porteños sus orígenes fueron muy humildes. En sus comienzos se hallaba fuera de la traza de la ciudad, y al momento de fundarse el Monasterio correspondía al pago de Montes Grandes, luego San Isidro, siendo por muchos años uno de los arrabales, con características rurales por lo despoblado y solitario.
Al aumentar la edificación y establecerse el matadero proliferaron los llamados "orilleros", que se juntaban en las pulperías y reñideros de gallos de sus cercanías, convirtiéndolos en clubes populares, donde pasaban el tiempo entregados a la bebida, oyendo payadas, jugando a la taba o a las cartas, y discutiendo asuntos del día que despertaban su interés. Esos lugares servían también para que vagos y maleantes se reunieran con el fin de concertar alguna fechoría a realizarse en lugar más o menos cercano, descontando la impunidad merced a los recursos para esconderse y escapar, que ofrecían la oscuridad del barrio, los huecos, túneles y zanjones existentes.
Por todo ello, desde el anochecer, salvo en caso de necesidad ineludible, nadie cruzaba por allí, temeroso de sufrir un asalto o, por lo menos, pasar un susto dado por ratero o bandidos, quienes se valían de cuanto medio puede imaginarse para alcanzar el logro de sus empresas, explotando especialmente la ignorancia y la superstición del vulgo, que permitían crear y divulgar leyendas y patrañas. Durante el siglo siguiente este barrio comienza a formarse y a fines del siglo XVIII ya hay extensas chacras y quintas de la zona que lo formaron, comenzaron a dividirse y ser edificadas.
Hacia comienzos del siglo XVIII llegan al país desde Francia los Padres Recoletos Descalzos miembros de la Orden Franciscana y alli en 1716 se instaló una capilla y un rudimentario convento y se iniciaron los trámites para la construcción de un convento para los padres Recoletos y un comerciante aragonés llamado Narbona, se interesó por la construcción del mismo y además por hacer también una iglesia. Primero, logró que le donarán los terrenos luego edificó una gran casa, Por ser de Aragón, Narbona hizo que la iglesia fuera dedicada a la virgen del Pilar. La iglesia dedicada por Narbona a Nuestra Señora del Pilar se inauguró el 12 de octubre de 1732, en brillante ceremonia a la cual asistieron las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, además de numerosa concurrencia de fieles. La silueta armoniosa del templo se percibía desde lejos, por estar edificado en la parte más elevada de la barranca y sin otros edificios que la ocultaran.
Las sucesivas nivelaciones de las calles vecinas, la arboleda del paseo, y, sobre todo, los rascacielos levantados en estos últimos años, contribuyen ahora a ocultar la iglesia y el convento. Su interior contiene imágenes artísticas como la de San Pedro de Arcántara (Alonso Cano), un Cristo crucificado de la misma época, y un frontal de plata de factura colonial. Bajo sus bóvedas descansan los restos de numerosas personalidades, fallecidas antes de regir la prohibición de sepultar en los templos. El Cementerio nació junto con el Templo como camposanto. Durante la época de Rivadavia el cementerio fue expropiado y se transformó en el cementerio del Norte, y se lo comenzó a conocer como Recoleta.
Hacia 1770 se regularizó la traza de las propiedades rurales al norte de la actual plaza San Martín, se hizo en ángulo de 45' respecto de la traza original dispuesta por Garay en el Barrio Sur. Era una zona de chacras unidas por un camino irregular llamado Calle Larga, actual Av. Quintana. El río llegaba hasta el borde de la barranca, cubriendo los terrenos donde está el actualmente le museo de Bellas Artes, El 30 de marzo de 1830 fue creada la Parroquia bajo la advocación de su Patrona. El convento anexo tuvo variados destinos fuera del primitivo: cárcel de detenidos políticos, cuartel, asilo y hospital su último destino fue el de cobijar ancianos quienes recorren sus claustros y jardines.
Plazoletas y Romerías
Para fines del siglo XVIII, el conocido escribano Don Facundo de Prieto y Pulido poseía dos manzanas de terreno frente a la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, que después de varias incidencias se agregaron al Convento de los Recoletos y, más tarde, en parte de ellas, se formó la plazoleta de la Recoleta (1807). Sobre la barranca, durante muchos años, hubo un cañón conocido como "de la Recoleta" y que constituía la defensa norte se Bs. As., denominada Batería de la Recoleta. Durante mucho tiempo siguió siendo un vasto terreno inculto, vaciadero de basuras y refugio de animales sueltos. Pero por 1816 Fray Francisco Castañeda, guardián del convento de los Recoletos dirigió un nota al gobierno reclamando que se emprendiera la obra de componerla por medio de represas, haciendo al mismo tiempo practicable la barranca para coches y carretas.
En dicha plazoleta y en los terrenos adyacentes hacia el bajo y el norte, tenían lugar las fiestas o Romerías de la Virgen del Pilar y San Pedro de Alcántara. La juventud porteña, durante los años del gobierno rosista, no disfrutó de muchas fiestas; asi es que tales Romerías contaron con gran favor y convocaban un gran público. El baile, la merienda y la recorrida de bandolas (puestos) hacían parecer cortas las horas transcurridas en la Recoleta. Sin embargo antes de fin de siglo la policía debió prohibirlas ya que fueron aumentando los desórdenes en dichas fiestas. Durante la epidemia de fiebre amarilla en 1871 se prohibió el entierro de las víctimas en estos predios aunque sus familiares poseyeran tierras reservadas en el mismo. Cuando Torcuato de Alvear fue intendente se remodeló el cementerio, y se construyó la entrada que hoy posee. En la Recoleta están enterradas grandes personalidades del país, menos Rivadavia que la creó y el Deán Zavaleta que la consagró. Debido a la aparición de un saladero y un matadero de ovejas la zona, que era de grandes quintas, se fue poblando de ranchos todo a lo largo del río y a veces en las crecidas de este venían camalotes con animales como dos yaguaretes.
Uno de ellos atacó a un caballo para comérselo, luego apareció frente a una pulpería llamada "Pobre Diablo" donde lo mataron a tiros. Se cuenta que el pulpero guardó la piel del felino y la mostraba a los vecinos para que se acordarán de su hazaña. El barrio fue creciendo y cuando el Dr. Alvear fue intendente se trazaron las avenidas importantes y se construyeron grandes casonas y palacetes, los que actualmente perduran en este barrio. Debido a la cantidad de mendigos que habitaban esta área, se creó el Asilo donde hoy se encuentra ubicado el Centro Cultural Recoleta.
Cementerio
Durante la colonia no hubo cementerios, salvo en ciertos momentos cuando, debido a epidemias que causaron gran mortalidad, se habilitaron terrenos que hicieron sus veces. Vuelta la normalidad, cesaron de funcionar.Los muertos recibían sepultura en los templos y a sus alrededores. Estas costumbres duraron hasta 1809, en que, a causa del aumento de la población y desarrollo de la Ciudad, las autoridades temieron por la salud pública y resolvieron prohibirlo, sin embargo algunos vecinos insistían con esas prácticas. Finalmente, el 8 de julio de 1822, el gobernador general don Manuel Rodríguez, dispusieron destinar una parte del huerto de los frailes recoletos para enterratorio general, llamándolo Cementerio del Norte, aunque para todos fue, y sigue siendo, el de la Recoleta.
En los comienzos, su aspecto era de abandono y desolación, se trataba de un terreno baldío con muros bajos y la mayoría de las personas sentían retraimiento para entrar en el. Se recibían muchas quejas de los vecinos y se pedía que se cierre el cementerio, a fines de siglo XIX el intendente don Torcuato de Alvear, hizo sentir su obra progresista, transformando el aspecto exterior del cementerio mediante la construcción de un pórtico monumental. A partir de ese momento todo fue mejora y el predio se convirtió en un pintoresco cementerio.
El barrio cambio en forma completa cuando Buenos Aires sufrió la gran epidemia de fiebre amarilla en la década de 1870, la población se desconcentró para evitar el contagio. Fue por ello que, mientras las clases populares se instalaron en el sur-sureste de la ciudad, las clases altas lo hicieron en la Recoleta, donde la altura del terreno disminuía la presencia de insectos transmisores de la enfermedad.
Estas familias, consideradas de alcurnia, por descender de personajes destacados durante el período independentista, construyeron en el barrio mansiones y grandes edificios de estilo francés (muchos de ellos demolidos hacia fines de los años 1950 e inicios de la década de 1960). Por ello, se ha aludido a Buenos Aires como la París de América. Hoy en día, algunas de estas edificaciones tradicionales coexisten con elegantes construcciones más modernas. Junto con algunos sectores de los barrios vecinos de Retiro y Palermo, Recoleta forma parte de la zona conocida como Barrio Norte, tradicional lugar de vivienda de los sectores más adinerados de la sociedad donde se concentra buena parte de la vida cultural de la ciudad.